Con 19 años Gustavo Fernández es el 5º en el ranking mundial de tenis adaptado. En charla con GRIP cuenta cómo el deporte y la sociedad de la competencia lo ayudaron a superarse cada día. un ejemplo de esfuerzo y dedicación.

Tenis adaptado

 

El sol calcina la tarde en pleno febrero en Buenos Aires, corre poco aire. El mínimo esfuerzo provoca cansancio y uno se agota con solo respirar. “Qué manera de transpirar”, acota Gustavo Fernández con su tonada cordobesa y una pizca de bronca. Sin embargo, nada lo quita de foco: para él el esfuerzo, el sacrificio y la pasión por lo que hace son algo natural. Lo disfruta de sobremanera, aun cuando debería haberse ganado hace rato un reconocimiento que llega una vez consumados los laureles.Mientras tanto apuntala el entrenamiento: maniobra la raqueta y la silla de ruedas al mismo tiempo, y con una habilidad asombrosa le pega a la pelotita amarilla que le llega desde el otro lado de la red. Talento puro.

 

Él, cordobés, hincha de Boca –fanático– y de 19 años recién cumplidos, en Australia se transformó en el primer sudamericano en disputar un torneo de Grand Slam de tenis adaptado, es el actual 5º del mundo en la especialidad y quiere ser el mejor de todos. Lejos de los flashes del protagonismo, su sueño es una realidad promisoria, y con muchos nuevos capítulos aun por escribir.

 

Su historia en este deporte comenzó hace ya doce años. Atrás queda un infarto medular que sufrió al año y medio cuando jugaba con su papá, Gustavo Ismael Fernández, un destacado base de la Liga Nacional de básquetbol, campeón con GEPU y Boca. Su hermano Juan, también basquetbolista, se ha destacado de gran forma y hoy juega en Italia. Y Gustavo no quería ser menos. El problema lo dejó imposibilitado de mover las piernas, pero eso no fue un freno para su corazón y sus ganas de querer ser. Fernández busca lo que todos buscan en esta vida: aceptación. Conocé su historia, su presente y su futuro.

 

¿Cómo fue que empezaste a jugar al tenis?

 

El deporte, el básquet sobre todo, siempre estuvo presente en toda mi familia. Siempre me encantó el deporte desde chiquito. Hice de todo: golf, básquet, hasta jugué al fútbol. Cuando mi papá se retiró, volvimos a vivir en Río Tercero. Ahí no había básquet en silla, y necesitas cinco en contra y cinco a favor y en la misma condición que vos. Tuve que buscar una alternativa seguir en el deporte, y encontré el tenis. Con una persona que me tirara pelotitas ya podía entrenar. Seguí, seguí, seguí, y ahora por suerte puedo decir que me ha ido bastante bien. Vivía en el club, me iba al mediodía y volvía a las 9 de la noche, me quedaba horas en el frontón solo. En 2006 jugué mi primer torneo, llegué a la final, sentí lo que era la competencia y dije: ‘este es el deporte’.

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